Emily Dickinson (1830-1886)

Esto es todo lo que tengo para traer hoy –
Esto, y mi corazón al lado –
Esto, y mi corazón. Y todos los campos –
Y todas las amplias praderas –
Estate segura de que cuentas – si yo lo olvidara
Alguien podría decir cuanto suman –
Esto, y mi corazón, y todas las Abejas
Que en el Trébol moran.
Emily Dickinson
Ábreme con cuidado es una frase que la poeta escribió en una carta dirigida a Susan, de modo que estas fueran las primeras palabras que ella encontrara al abrirla, una invitación a acercarse con delicadeza a aquello que se ama. La relación que mantuvieron las dos mujeres desde la adolescencia hasta la muerte fue la savia de su vida y de su obra.
Nació en un pequeño pueblo agrícola de Nueva Inglaterra en una casa que todavía se puede visitar, rodeada de viejos árboles. En ella (donde también murió) la poeta ocupaba la habitación de la esquina, tenía dos ventanas en dos orientaciones, una de ellas con vistas al camino que llevaba a la casa de Susan. Se trataba de una habitación propia pues allí escribió su obra, en una mesa pequeña con un cajón, a salvo de interferencias no deseadas, y allí fue guardando sus poemas cuidadosamente. Su soledad se veía interrumpida a veces por la presencia incorpórea de escritoras que Emily había conocido, única pero íntimamente, a través de la lectura de sus obras y a las que ella amaba y admiraba: Elizabeth Barret Browning, Charlotte Bronte y sus hermanas, Elizabeth Barret Gaskell o George Elliot. A pesar de haber permanecido siempre en el mismo lugar y de haberse relacionado con pocas personas, la sensación de infinitud, de eternidad que transmite su obra, escrita desde su habitación, es una lección sobre su grandeza que fue capaz de albergar el mundo entero en su interior, o mejor, de ser simplemente el mundo.
Después de su muerte su hermana Lavinia encontró en su habitación un baúl con cuarenta cuadernillos cuidadosamente cosidos que contenían 888 poemas que ella había corregido, pasado a limpio y seleccionado con su propio plan editorial.
De todos los poemas que escribió sólo una docena se publicaron durante la vida de la autora, todos ellos anónimos y con correcciones que introdujeron sus editores para, según ellos, mejorarlos. Aunque ella les había manifestado con gran sentido del humor que no estaba dispuesta a cambiar su forma de escritura: «Piensa que mi ritmo es espasmódico -estoy en peligro- Señor -Piensa que soy una incontrolada- no tengo Tribunal».
Gracias a Ana Mañeru Méndez que escribió y tradujo los poemas de Emily Dickinson en esta hermosa biografía de Biblioteca de Mujeres de Ediciones de Oro.

I’m nobody! Who are you?
Are you nobody, too?
Then there’s a pair of us, don’t tell!
They’d advertise, you know.
How dreary to be somebody!
How public, like a frog
To tell one’s name the livelong day
To an admiring bog!
No soy nadie! ¿Y tú, quién eres?
¿Tampoco eres nadie, tú?
Entonces, eso nos hace una pareja -¡no lo digas!
Ellos nos expulsarían, ya sabes.
¡Cuán deprimente A una ciénaga que te admira!
es ser alguien!
¡Cuánta publicidad, como si fueras una rana
Decir tu nombre durante todo el día.