Y murió como el pájaro, cantando.
Posándose en la cumbre huracanada.
Alcurnia de la vida, contemplando.
La misma que le dio todo por nada.
Y llenó de valor su alma, errando.
Fue un llanto de guitarra su tonada.
Que nació del arrullo y en su lecho
las alas dejó atadas a su pecho.
El poeta es, por definición, póstumo.
Comienza a vivir después de su muerte, y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. Eso produce una especie de cojera que da a su aspecto cierto encanto.
JEAN COCTEAU
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