La habanera era número obligado de todas las serenatas callejeras de aquellos días, y la mujer, personaje muy principal en cuantas fiestas o manifestaciones republicanas se celebraban en la ciudad.
Recuerdo la música de aquel baile, todo lo bien que permite mi desastroso oído. La letra, de una deliciosa coherencia, decía así:
Republicana del alma mía:
tú, que a las flores envidia das,
ven, derribemos la Monarquía:
de mis amores reina serás.
La morenita que yo prefiero
es una niña muy liberal;
cuando la digo «por ti me muero»,
responde: » i Viva la libertad!».
La Republicana, como se la llamó hasta su muerte, era una honrada cigarrera, llamada si yo no enmaraño los recuerdos- Agueda Montes, entusiasta por las glorias del gorro frigio y por los políticos que las encarnaba.
MEMORIAS DE UNO A QUIEN NO SUCEDIO NADA
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Enrique Menéndez y Pelayo, Santander, 8 de diciembre de 1861 –
22 de agosto de 1921, ESCUELA LITERARIA MONTAÑESA