XXI
No me sucede lo que a aquel poeta
que versifica a una beldad pintada,
y al cielo mismo emplea como adorno,
midiendo cuanto es bello con su bella;
y en henchidas imágenes la acopla
al sol, la luna y a las gemas ricas
y a las flores de Abril y las rarezas
que el aire envuelve en este globo vasto.
Sincero amante, la verdad escribo.
Mi amor es tan gentil, podéis creerme,
como cualquier hijo la madre, y brilla
menos que las candelas celestiales.
Dejad que digan más los habladores;
yo no quiero ensalzar lo que vendo.
WILLIAM SHAKESPEARE
EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA
AMOR de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
EL HONDO SUEÑO
Este soñar a solas… ¡Si tu vida
de pronto amaneciese ante mi espera!
¿Por dónde voy cayendo? Primavera,
mientras, en torno mío dilapida
su olor y se me escapa en la caída.
¡Tan solitariamente se acelera
-y está la noche ahí, variando fuera-
la gravedad de un ansia desvalida!
Pero tanto sofoco en el vacío
cesará. Gozaré de apariciones
que atajarán el vergonzante empeño
de henchir tu ausencia con mi desvarío.
¡Realidad, realidad, no me abandones
para soñar mejor el hondo sueño!
JORGUE GUILLÉN
I
Tuvo mi corazón, encrucijada
de cien caminos, todos pasajeros,
un gentío sin cita ni posada,
como en andén ruidoso de viajeros.
Hizo a los cuatro vientos su jornada,
disperso el corazón por cien senderos
de llana tierra o piedra aborrascada,
y a la suerte, en el mar, de cien veleros.
Hoy, enjambre que torna a su colmena
cuando el bando de cuervos enronquece
en busca de su peña denegrida,
vuelve mi corazón a su faena,
con néctares del campo que florece
y el luto de la tarde desabrida.
ANTONIO MACHADO
LA HERIDA DEL PECADO
Que ya no recuerda mi alma dormida
ni la mitad de lunas que ha llorado,
ni las noches que rechazó el pecado
solamente para impedir su herida.
Y es que lo bueno acaba enseguida.
Y es que el dolor viene sin ser llamado.
Y es que cualquier tiempo del pasado
siempre me parece mejor vida.
Si mi alma réproba ha de relevar
su espiritualidad, ha de morirse
mi corazón, y así ir a descansar
cuando la muerte le permita irse.
¿Habré de soportar el malestar
del alma que está a punto de rendirse?